jueves, 16 de abril de 2020

PERSONAJES OLVIDADOS EN LA HISTORIA DEL APRA - I

Aprovechando la cuarentena por la epidemia de coronavirus, entre otros libros leí: “Historia del APRA” de Percy Murillo Garaycochea

No se trata de una pieza literaria, pero si contiene mucha información a veces no fidedigna tratándose de un aprista convicto y confeso, pero que en nos ilustra sobre la historia del APRA del Perú y la actuación de algunos personajes que como siempre en nuestra política, supieron camuflarse o como se dice ahora “reinsertarse” luego de haber tenido actuaciones nefastas y hasta criminales contra quienes eran sus enemigos políticos. 

Lo primero que quisiéramos comentar es la gesta universitaria liderada por Víctor Raúl Haya de la Torre el 23 de mayo de 1923, en que aglutinó a una multitud entre la que se encontraban estudiantes y obreros tras la protesta por la pretendida consagración del Perú al Corazón de Jesús, lo que violaba flagrantemente la separación de la iglesia católica y el laicismo que correspondía al Estado siendo que además tras esa ceremonia religiosa, había una maniobra política del gobernante de entonces: Augusto B, Leguía

La concentración contra el acto de la iglesia católica y el gobierno fue un éxito. Pero al querer avanzar la multitud desde la Universidad de San Marcos hacía la Plaza de Armas, la policía se lo trató de impedir y se produjo un enfrentamiento en el que murieron el estudiante Manuel Alarcón Vidalón y el obrero Salomón Ponce Ames. 

Percy Murillo en su libro al contar estos hechos, comete a mí entender dos errores. En primer lugar, dice que mientras la policía disparaba a los manifestantes, estos se defendían con ladrillos, pero sin embargo añade hubo 5 policías muertos. Es decir no podrían haber sido solamente una respuesta de ladrillos la de los obreros y estudiantes, sino probablemente hubo también de ese lado disparo de armas de fuego que causaron la muerte de no 5 sino 3 policías, Ruperto Goitia, José E. Torres y Jesús Vásquez, que a diferencia de las víctimas civiles, fueron enterrados silenciosamente por el gobierno. 

Este acto de provocación del gobierno de Leguia en consecuencia, le produjo la muerte a 5 peruanos en la jornada del 23 de mayo de 1923 y que fue sin lugar a dudas, histórico no solo por el acontecimiento mismo, sino por que catapultó a Haya de la Torre como líder quien ya tiempo atrás había tenido participación importante en la jornada por la lucha de las 8 horas de trabajo. 

El gobierno de Leguía en consecuencia, no solo es responsable de la muerte de Alarcón y Ponce sino de los humildes policías que fueron a cumplir órdenes y cuya muerte pasó al olvido. 

Ministro de Gobierno y Policía como se llamaba entonces al Ministro del Interior era Pedro José Rada y Gamio a quien además de la responsabilidad de esas muertes, le endosa Murillo merecidamente por cierto, los calificativos de áulico y devoto fiel de Augusto B. Leguía pero sobre todo, incide como han hecho muchos historiadores, en la apariencia ridícula del personaje al que la historia ha considerado el símbolo de la adulonería y servilismo en la política y de quien nos ocuparemos en otra ocasión cuando hablemos de personajes similares en otros gobiernos que ha tenido el Perú. 

Conviene recordar como lo hace Murillo en su libro, algunos de los acuerdos del primer congreso del APRA el año 1931 que resultaron en algunos casos adelantados para su tiempo y en otros desvirtuados totalmente por los apristas que llegaron luego al gobierno. 

Manuel Seoane el año 1957 lo recordó en el III congreso del partido Aprista, y expresamente señaló que Víctor Raúl Haya de la Torre les encargó la tarea del primer programa de gobierno. 

“Declaración por escritura pública del monto exacto y detallado de los bienes que posee el nombrado o elegido, declaración que se renovará al dejar el cargo o ser promovido a otro y que publicará el órgano oficial del Estado” 

¿Cuánto hubiera servido a quienes 60 años después, ocuparon cargos públicos o fueron elegidos durante los gobiernos del APRA


Otro punto del programa que por indicación de Haya debía ser no “una lista de lavandería" sino un documento sólido y orgánico, es el capítulo concerniente a la minería: “Orientaremos nuestra política en forma de alcanzar en un futuro próximo la nacionalización de la industria extractiva”, “ Procuraremos la inmediata nacionalización de la industria de algunos metales , tales como el vanadio y el oro, comenzando por las reservas de las zonas que los contienen” 

Comparemos esos postulados con la política del “Pero del Hortelano”. Verdad que no se parecen en nada?. Claro que se puede cambiar, pero no tanto. 

ALBERTO HIDALGO: A propósito de las elecciones de 1931 dice Murillo que el poeta Alberto Hidalgo aprista en ese momento, decía en uno de sus más celebrados discurso de la campaña electoral que: “ en el gallinero político del Perú sólo existían dos gallos: Haya y Sánchez Cerro” Sus ataques a José María de la Jara, añade Murillo estuvieron provistos de innecesaria procacidad. 

Pues bien. El que más lisonjeaba a Víctor Raúl, terminó siendo su más duro crítico. Renunció al APRA en la que había militado y luego de su renuncia entre las cosas más suaves que dijo de su líder estaba_ “Haya de la Torre desde que tiene uso de razón está buscando empleo que no se le da nunca, el empleo de la Presidencia de la República. Como no ha podido conseguir esto ha inventado la manera de vivir sin trabajar. Nunca lo ha hecho ni lo hará” . Uno de sus poemas refiriéndose a Víctor Raúl comenzaba diciendo: “Te deseo una muerte a pedacitos…” 

Pero no solo ese y muchos ataques contra Haya de la Torre en términos muy ofensivos, sino a todos los apristas que a diferencia de él no habían renunciado. Célebre es la actuación en la Casona de San Marcos cuando desde el balcón del patio de letras trataba de hablar Hidalgo y números apristas desde el primer piso le gritaban: “abajo los traidores” respondiendo Hidalgo: “si abajo están los traidores”. Ya se imaginan el pandemonio que se armó. Hidalgo y sus acompañantes tuvieron que salir huyendo de la furia de sus ex compañeros. 

OSCAR MEDELIUS: No nos referimos al que fuera congresista del fujimorismo y vinculado a la falsificación de firmas para los procesos electorales, sino a su abuelo a quien el libro de Murillo lo identifica como quien iba a asesinar a Víctor Raúl Haya de la Torre en vísperas de las elecciones de 1931. “ La prueba de fuego para el joven partido aprista y su candidato lo esperaba en Lima. Para el 15 de agosto estaba anunciada la llegada de Haya de la Torre a la Capital. Lima era un hervidero de conjeturas y presagios nefastos ya que se rumoreaba con insistencia la existencia de un complot para asesinarlo y se sindicaba al agente de aduanas, Oscar Medelius, incondicional servidor de Sánchez Cerro, como su cabecilla” Incluso cita Percy Murillo las memorias de Luis Alberto Sánchez para reafirmar su afirmación. 

Medelius tenía antecedentes. El 24 de abril de 1930 fue detenido junto al ex juez Manuel Jesús Urbina, el criado de éste Humberto Peña Olivera, Víctor Flores, Ignacio y Carlos Carrillo, Manuel Montes y el sub teniente del ejército peruano Darío Luna acusados de complotar contra la vida del presidente Leguía a quien pretendían quitarle la vida mediante el uso de unas bombas. Esto le valió como mérito para ser elegido diputado por el partido Unión Revolucionaria de Sánchez Cerro y siguió desde el parlamento como relata Murillo, es una actitud matonesca: “Es un hecho incontrovertible que, ante su manifiesta impotencia ideológica. La mayoría gobiernista apeló al recurso de la fuerza. En las sesiones abundaban los insultos y provocaciones verbales de los representantes gobiernistas, entre los cuales por su lenguaje procaz el chalaco Oscar Medelius, personaje de sinuosa trayectoria identificada en el tráfico ilegal de las aduanas y junto a él, hacía gala de iracundia el anciano Manuel Diez Canseco Romaña” 

LA CUCULIZADA.-Casualmente el término se origina en el apellido de un constituyente aprista de 1931 tío de la luego congresista fujimorista Luisa Cuculiza. Habían sido elegidos 23 representantes al congreso por el partido aprista entre los que se encontraba el huanuqueño Miguel Cuculiza Vélez de Villa, quien según la historia que relata Percy Murillo y lo que dijeron mucho tiempo los apristas, fue “el único que pactó su silencio a cambio de su libertad”. En efecto de los 23 representantes parlamentarios del APRA el único que no sufrió ni cárcel ni destierro fue Cuculiza, quien se quedó en ese parlamento controlado por el Sanchezcerrismo. El 17 de febrero de 1932 el comandante Ricardo Guzmán Marquina por orden del prefecto Julio Chávez Cabello detuvo a 23 constituyentes 22 del partido aprista y Víctor Colina del Partido Descentralista. 

Entre los parlamentarios que no se doblegaron y a consecuencia de ello, fueron deportados estaban: Seoane, Cox, Luis Alberto Sánchez, Heysen, Showing, Guillen, Spelucin, Pérez Treviño, Sabroso, Neuhaus y Manuel Arévalo Cáceres éste último asesinado el año 1937 por encargo del gobierno. 

Esa traición de Miguel Cuculiza es la que originó entre los apristas el término “cuculizada” como sinónimo de traición.

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